
No todos están obligados a saber qué es el signo, y Semiótica, mucho menos; pero para algunos involucrados, el signo es algo que suena y que representa. Digamos que para los comunicólogos y los publicistas es lo que se escucha o se lee, igual se escucha en la mente, que en el espacio. De ahí, la interpretación o decodificación. Esta decodificación es en parte de lo que se encarga la Semiótica: saber a lo que se refiere este signo, interpretarlo según la época, la sociedad y el contexto, por lo que podríamos decir que “los perros en las pinturas de Rubens son la representación de la fidelidad”. El color dorado la abundancia, las flores marchitas el fracaso, entre muchas otras, pero este signo semiótico en la juventud ¿a qué podría referirse?
Digamos que es una metáfora, partiendo desde el término juventud. El joven es el que dejó de ser niño. Puede ser el adolescente… el hombre maduro. Igual la madurez es otro término relativo. Entonces el signo semiótico de la juventud podría resultar tan arbitrario como el lingüístico. Digamos que sí, ya que hoy por hoy observamos a la juventud perderse en vacíos de ignorancia, soledad, desenfado y -¿por qué no decirlo?- de desinterés.
Desinterés hasta por lo propio, incluso por el éxito. No el mal entendido éxito, sino por el éxito que lleva a la plenitud y por ende a la felicidad. Quien lo identifica en sí mismo, podrá superarlo. Y al superarlo tendrá el poder de cambiar el eslabón sígnico convirtiéndolo en una cadena de retos y logros, haciendo así, que el signo semiótico de la juventud sea el esperado.
Digamos que es una metáfora, partiendo desde el término juventud. El joven es el que dejó de ser niño. Puede ser el adolescente… el hombre maduro. Igual la madurez es otro término relativo. Entonces el signo semiótico de la juventud podría resultar tan arbitrario como el lingüístico. Digamos que sí, ya que hoy por hoy observamos a la juventud perderse en vacíos de ignorancia, soledad, desenfado y -¿por qué no decirlo?- de desinterés.
Desinterés hasta por lo propio, incluso por el éxito. No el mal entendido éxito, sino por el éxito que lleva a la plenitud y por ende a la felicidad. Quien lo identifica en sí mismo, podrá superarlo. Y al superarlo tendrá el poder de cambiar el eslabón sígnico convirtiéndolo en una cadena de retos y logros, haciendo así, que el signo semiótico de la juventud sea el esperado.
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